viernes, 16 de septiembre de 2011

NUEVO LIBRO: PSICOLOGÍA Y PSIQUIATRIA

Psicología y psiquiatría. Textos del Magisterio Pontificio (Pablo Verdier Mazzara)
Presentación del P. José María Iraburu
http://infocatolica.com

Psicología y psiquiatría. Textos del Magisterio Pontificio
Título: Psicología y psiquiatría. Textos del Magisterio Pontificio
Autor: Pablo Verdier Mazzara
Editorial: BAC
Páginas: 394
ISBN: 978-84-220-1520-8
Año edición: 2011



Hace unos quince años, en un monasterio benedictino de Chile donde estaba yo dando Ejercicios, conocí a un joven médico psiquiatra uruguayo, el Dr. Verdier, de buena experiencia clínica y docente, hoy académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Y me comentó entonces su interés en hacer una extensa recopilación del Magisterio apostólico acerca de la Psicología y la Psiquiatría. Yo le animé cuanto pude, pues realmente hay una necesidad muy grave y urgente de iluminar el mundo de la psicología con la visión verdaderamente cristiana del hombre, y del hombre enfermo en su mente o en su ánimo.
Y hace poco, felizmente, en la colección normal de la BAC, se publicaba la obra de Pablo Verdier Mazzara (ed.), Psicología y psiquiatría. Textos del Magisterio pontificio (Madrid 2011, 372 páginas). Bendigamos al Señor. Pocos campos mentales están tan mundanizados como el de la psiquiatría. Cuando los sacerdotes hallamos en la dirección espiritual alguna persona que está recibiendo atención psiquiátrica, cuántas veces comprobamos que, aun siendo competente y católico el profesional que le atiende, le está dando orientaciones difícilmente conciliables con la doctrina y la moral de la Iglesia. Es decir, le está haciendo daño. O no les está haciendo el bien que debería hacerle. Hallar un psicólogo o un psiquiatra que esté bien preparado en su ciencia y que posea una formación doctrinal católica profunda y firme es una gracia de Dios muy grande. Y poco frecuente.
Permítanme que, al paso, haga un recuerdo muy agradecido al médico psiquiatra toledano Dr. Rafael Sancho de San Román, que tantas veces nos ayudó a Don José Rivera (+1991), a mí, y a tantos otros, en la atención de personas con dolencias diversas en su ánimo. Un buen psiquiatra católico es algo que hoy no tiene precio. Tanto el mundo secular, como también el mundo de la Iglesia, aunque en grados y modos diversos, están hoy tan trastornados que con relativa frecuencia se encuentran entre los increyentes y también entre los católicos —sacerdotes y religiosos, solteros y casados, jóvenes, adultos y ancianos—, que tienen dolencias psicológicas a veces muy penosas y duraderas, y que requieren una buena atención del psiquiatra, y si es el caso, también del sacerdote. ¡Pero tanto el uno como el otro han de tener una doctrina verdadera y profundamente católica! De otro modo más que ayudar al paciente lo que harán es complicarlo y hundirlo más.


El Dr. Verdier, con la ayuda de las psicólogas Carolina Barriga Polo y Daniela Castro Blanco, ha hecho una preciosa labor recopilando documentos pontificios de los últimos sesenta años del siglo XX, unas veces emanados por los Papas, otras veces por el Tribunal de la Rota, Pastoral Sanitaria, Academia Ponrificia para la Ciencia y otras instituciones vinculadas a la Santa Sede. Qué maravilla. Realmente la Iglesia, hablando del hombre a la luz de la Revelación divina y de las ciencias humanas, muestra una vez más su excelsa condición de Mater et Magistra. Nadie como la Iglesia conoce el misterio del hombre, «imagen de Dios», porque nadie como ella conoce mejor a Dios en Cristo.
¿Cómo un psiquiatra católico al tratar a un paciente podrá ignorar verdades tan decisivas para la salud de éste como la inhabitación de la Sma. Trinidad, la esperanza, el sentido y el valor del sufrimiento como participación en la Pasión de Cristo, la promesa de la vida eterna celestial, que está a la vuelta de la esquina? Por supuesto que, aún en el caso de que el paciente sea declaradamente católico, no deberá el psiquiatra confundir su misión clínica con la misión pastoral del sacerdote. Pero habrá que decir aquí lo que debe decirse del Estado y la Iglesia: son entidades distintas, pero como ambas buscan el bien común de la sociedad humana, deben co-laborar en cuanto ello sea posible en la consecución de ese fin. El médico psiquiatra católico, atendiendo a un paciente católico —y aunque éste no lo sea—, no puede ignorar en forma sistemática todo un mundo de fe y de gracia que debe iluminar y sanar y confortar al hombre y a la humanidad. Y si a su acción como psiquiatra se añade la ayuda que un sacerdote preste a su paciente, esa terapia natural-sobrenatural podrá alcanzar una maravillosa eficacia.
Pero para eso necesitamos sacerdotes y médicos psiquiatras católicos, que tengan una formación doctrinal verdadera y profundamente católica. No es tan fácil hallarlos. Recuerdo a Diógenes con su lámpara: «busco un hombre»… Pues bien, el libro que ahora comento puede ser un instrumento muy valioso para ese fin. En 92 documentos, el primero de 1941, el último del año 2000, debidamente presentados y ordenados, se hallan verdaderas perlas, luces de un valor inapreciable, doctrinas de valor imperecedero. Doctrinas que deben ser conocidas, bien conocidas, sobre todo por sacerdotes, psiquiatras y docentes. Insisto: el campo de la psiquiatría moderna es uno de los más ensombrecidos por las tinieblas del Padre de la Mentira.
Vengamos, por ejemplo, al tema absolutamente central de la libertad de la persona. Y permítanme que me autoplagie:
«Hoy la libertad humana se niega. La idea de que el hombre es libre recibió, en la historia cristiana, su primer ataque grave con las tesis del luteranismo (el servo arbitrio de Lutero). Posteriormente, y desde premisas intelectuales muy diversas, la negación de la libertad se ha generalizado tanto en la cultura moderna, que hoy la Iglesia está sola para afirmar la libertad del hombre. En efecto, la negación de la libertad del hombre, o el agnosticismo sobre el misterio de esa libertad, invade el mundo de la filosofía moderna: está presente en el determinismo físico-matemático, en el positivismo filosófico, en el evolucionismo y la filosofía del progreso, en el historicismo dialéctico marxista. Y tampoco las escuelas de psicología hoy más vigentes —psicoanálisis, conductismo, antropología neurofisiológica o endo-crinológica— están exentas de un fondo determinista y mecanicista, que les lleva a negar la libertad del hombre, o a mantenerse escépticas respecto de ella.
«Como señala Giorgio Piovene, «entre la diversidad de las filosofías actuales se descubre una constante: ninguna se presenta como una filosofía de la libertad. Se intenta sobre todo establecer los mecanismos por los que el hombre está condicionado: económicos, psicológicos, derivados de la estructura del lenguaje o de la situación histórica en que vive. En la visión científica del hombre actual estos determinismos tienen como meta ideal la ocupación total del cuadro del comportamiento humano, de tal modo que la persona como sujeto está en vías de desaparecer, para venir a ser un trámite, un instrumento, un centro de combinaciones» (Elogio della libertà, dir. D. Porzio, Milán 1970, 287).
«Quedamos así enfrentados en nuestro tiempo a una inmensa contradicción, que aun siendo tan patente, pasa inadvertida para muchos. Por un lado, se afirma incesantemente que «el hombre no es libre», no es responsable de sus actos, sino un ser absolutamente condicionado; y por otro lado, al mismo tiempo, se afirma con igual énfasis que «el valor primario del hombre es vivir libre», o se habla de «la libertad de nuestra época»… ¿Cómo explicar tal contradicción patente?» (Rivera-Iraburu, Síntesis de espiritualidad católica, F.GD, Pamplona 2008, 7ª ed., pg. 157).
Pues bien, la Iglesia conoce bien todos los condicionamientos que influyen en la mente y en la conducta del hombre, con una fuerza que a veces parece determinante. Pero, como dice Pablo VI «existe, sin embargo, en el hombre un margen, un amplio margen, su verdadero Yo, de indeterminación, que él solo resuelve en una decisión autónoma propia. Por restringida, por asediada e ilusa que sea, existe la libertad psicológica y moral del hombre» (16-VIII-1972).
¿Es ésta, por ejemplo, una cuestión secundaria para un psiquiatra católico? ¿Puede ejercer su oficio en terapias realmente benéficas si coloca sistemáticamente entre paréntesis el hecho de que su paciente sea o no libre?… La cosa es clara, sin una buena filosofía y teología del hombre el psiquiatra está perdido, y apenas podrá hacer más que recetar medicinas —que, por lo demás, han de apreciarse y tienen sin duda con frecuencia un gran efecto benéfico—. Necesita, si quiere que su acción terápica llegue al fondo personal de su paciente, conocer bien las verdades católicas que la Iglesia enseña sobre el hombre. Y que pueden encontrarse reunidas en este precioso libro que comento, Psicología y psiquiatría. Textos del Magisterio Pontificio.
Gracias, Pablo Verdier Mazzara.
Gracias, BAC.

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